lunes, 8 de julio de 2013

Entre poderes anda el juego y a Telefónica se le atraganta un poste

Cuando el ex presidente del Gobierno, José María Aznar, hace entrega a sus amigos de la antigua Telefónica, hoy Moviestar, privatizando el monopolio público de comunicaciones, la ciudadanía no era consciente que la feria de los despropósitos se instalaba en España, protegida por el poder que emana de la burocracia institucional. Las cuestiones sencillas se complican, algunos ciudadanos se ven amenazados sin pudor, y para colmo, la compañía cumple tarde y mal con sus clientes, siempre y cuando éstos pierdan su tiempo reclamando.
Esta coletilla viene a propósito de lo mal que Moviestar/Telefónica  lo lleva cuando un ciudadano se enfrenta a su estructura de poder. La historia que aquí se narra comienza hace poco más de tres años, en una zona rural de Asturias, por las inmediaciones de una villa llamada Pravia. Los nuevos propietarios de una finca decidieron comprar los terrenos adyacentes para extender su propiedad, en los que estaba ubicado un antiguo poste de teléfono de madera casi caído a consecuencia de los deslizamientos de tierra provocados por las lluvias y sin mayor preocupación para Telefónica por el estado que presentaba.
Los nuevos inquilinos de la finca deciden comenzar las obras para adecentar el terreno y construir un muro de contención de piedra. Se ponen en contacto con Telefónica/Moviestar para que vengan a retirar el poste, porque no quieren hacerse responsable de una posible desgracia si cae sobre la carretera. Tras más de veinte llamadas sin respuesta, deciden amenazar a la compañía con una simple frase 'O vienen o cortamos el poste'. Tras la contundente decisión, se acerca por el lugar un responsable de la Cia, que debía de ser el encargado de los cafés, porque no sabe qué respuesta dar a los propietarios ante una cuestión tan simple: 'si ustedes quieren poner el poste en mi propiedad, pagan'. La contestación del 'corre ve y dile' fue que 'Telefónica no paga dónde pone los postes' porque todo el mundo se beneficia del servicio. 
La cosa está clara, si quieren poste, paguen. Claro que Telefónica/Moviestar sorprendida por la reacción, decide enviar al ingeniero. Chaqueta y corbata, buenos modales y temple ante la adversidad. Con aplomo  se planta ante ellos y les propone colocar el poste de la discordia en una zona alejada del inmueble y, en apariencia, más desangelada. 'Mira plantan unas fabas, se enroscan y disimulan la madera'. La respuesta de los propietarios no se deja esperar. 'O margaritas. Si Telefónica quiere colocar ahí el poste, nos tiene que pagar'.
El ingeniero sabe que está ante un hueso duro de roer, pero todavía está en la fase amable y les pregunta qué cuánto piden. Entra a negociar. Lo que Telefónica crea conveniente por instalar un elemento ajeno a la utilidad de la tierra. El empleado poco a poco pierde los papeles. De nuevo,Telefónica no paga y si el ciudadano se pone muy burro, se le asusta con la expropiación. Pero estos nuevos inquilinos no se amedrantan y le recuerdan al ingeniero que una empresa privada no puede expropiar a un particular, y que el poste no se pone.
El dilema del poste queda aquí. El ingeniero se marcha. A los pocos días, un operario de la compañía se acerca al lugar, tira el poste semicaído y decide pasar los cables por encima de unos eucaliptos, todavía hoy se pueden ver. Pero la venganza de la multinacional no termina. A los pocos meses del tira y afloja, a los propietarios les llega una reclamación de la Confederación Hidrográfica del Norte por la que deben levantar el cemento, que habían echado para canalizar mejor el agua de lluvia e impedir que entrara en la casa. La broma subía a más de 7.000€. Los motivos alegados por la Confederación es que por ahí pasa un reguero.
Pero no, es agua de lluvía. El reguero, si alguna vez existió, hace muchos años que se ha desviado. Entre recurso y recurso, los 7.000€ bajan a poco más de 2.000€, pero la denuncia sigue su curso. Así, durante tres años. Pensando qué vecino es el causante de tal despropósito, mientras ellos, conocedores de que la razón está de su parte, no tiran la toalla. Hasta que un día, y después de muchos viajes y muchas horas perdidas entre papeles, aparece un comisario de la Confederación para ver si el tema se resuelve. Inspecciona el lugar, comprueba que lo hechos narrados por los propietarios se ajustan a la realidad y, ya en confianza, les comenta que la denuncia procede de Telefónica/Moviestar, respaldada por el guarda ríos, en términos tan alarmantes cómo que estaban ocasionando con esta obra un daño irreparable al río Narcea. Y que ante la magnitud de la denuncia, la Confederación se ha visto obligada a actuar. Para morir de risa. 
Claro que a nadie se le escapa que, cuando el ingeniero visita los terrenos, unos obreros estaban cementando la canalización del agua de lluvia. Hilando, hilando las fechas, blanco y en botella, leche. Conclusión Teléfonica/Moviestar, que está obligada a enterrar el cableado, está convencida que ningún ciudadano, ni de España ni del otro lado del Atlántico, se le puede resistir, pero en este caso se le ha atragantado un poste. ¡Ojalá! está historia termine bien para los propietarios de la finca y que la compañía de los amigos de Aznar corran con las consecuencias de sus actos y de los tres años de angustia y papeleo. ¿Qué precio tiene el tiempo? Bueno siempre le queda a la multinacional la posibilidad de plantar fabas, o margaritas.