sábado, 22 de junio de 2013

Quevedo, Xago y Asturias

Hay un día en el que el tiempo se detiene y sólo cuenta el espacio; ese momento que hace que el presente se imponga sobre el futuro inexistente. La naturaleza, aún por domesticar, recibe al visitante en toda su esplendor, y al fondo el mar, que besa tus pies con la ternura del amante que sólo espera de ti la sonrisa que da la complicidad. Un lugar llamado Xago, en medio de la nada y de todo.  En las proximidades, el Bar Quevedo, cuyo nombre no se debe al poeta, sino a la tatarabuela de Geli, el alma de ese rincón.
Geli es una mujer bregada a si misma, de manos fuertes y mirada que ha aprendido que la vida es un paseo por el bulevar de los sueños perdidos; una lucha continua contra los infortunios del día a día. Habla de los modernos señores de la burocracia como si fueran antiguos feudales, dueños del terreno por donde pisas; que te multan cuando intentas recoger la madera que escupe a la playa el mar embravecido, mientras se permiten el lujo de cortar los pinos en la playa de San Balandrán y los entierran, porque había que mentener una especie de arbusto protegido. 
Eso no es lo peor, lo verdaderamente preocupante es que Costas y la Confederación Hidrográfica del  Norte se quedaran con las tierras de un vecino, que quería poner un camping y unos bungalows para veraneantes, porque por medio de sus terrenos pasa un riachuelo, mientras que unos metros más allá, en el polígono de Maqua de Avilés, en una nave industrial se queman productos tóxicos con total impunidad, porque el dueño tiene relación o trabaja dentro de la Administración del Principado de Asturias. Enciende un cigarrillo  y menea la cabeza. Los vecinos protestan sabedores de que son pocos y que no dañan el voto en unas elecciones, pero si ellos no pueden recoger los maderos que escupe el mar, ése del polígono de Maqua tampoco contaminará su espacio natural. Vamos que le harán la vida imposible todo lo que puedan y más.
Geli es lo mejor del Bar Quevedo, pero también su comida. Todo es de casa. La carne es de los terneros que ella cuida; los huevos de sus gallinas, y las patatas de la huerta que mira hacia la nave de Maqua. Pero también hace unas llamparas ¡qué llamparas! un placer de dioses. Todo allí está bueno y servido sin prisa, porque el tiempo no existe. Mientras, el mar  te espera como eterno amante que, cuando llegas,  te acaricia con suavidad al acercarte temeroso y cómplice.

1 comentario: